Siempre ha refrescado las noches del festival, pero hasta el punto de ponerte gorro y chaqueta de lana y seguir teniendo frío... eso ya no es normal. Como bromeaba Hidrogenesse: "que no se enteren los guiris de que hace un tiempo de mierda, que sino no vienen y sin turismo no salimos adelante".
Este año además, hemos vivido un Primavera Sound de lo más
tranquilo, quizás porque no hemos tenido la compañía de mi cuñado, que es el
que nos mete caña y nos hace bailar sin parar, o porque algunos grupos no nos
han motivado para hacerlo.
Las vacas sagradas cumplieron, como siempre, pero quien se llevó la palma fue Blur, rebosante de energía y de público, que estuvo saltando de principio a fin.
Antonia Font empezó fuerte, pero poco a poco se fue apagando. Seré yo, pero me gustan más sus canciones alegres de siempre, esas que te transportan a otro mundo lleno de alegría y buen rollismo.
Descubrimientos musicales he tenido alguno que otro. Como Django Django que hizo bailar a un público entregado al caer la tarde del viernes. Solange, la hermana indie y cool de Beyoncé, Soul y R&B por los cuatro costados.
Antonia Font empezó fuerte, pero poco a poco se fue apagando. Seré yo, pero me gustan más sus canciones alegres de siempre, esas que te transportan a otro mundo lleno de alegría y buen rollismo.
Descubrimientos musicales he tenido alguno que otro. Como Django Django que hizo bailar a un público entregado al caer la tarde del viernes. Solange, la hermana indie y cool de Beyoncé, Soul y R&B por los cuatro costados.
Y para cool, mi funda de bocadillo de silicona de Lékué, que
me ha acompañado este festival. Porque, aunque la oferta gastronómica era
abundante y variada, siempre existe la opción del picnic casero para bolsillos
modestos como el nuestro, en el que no puede faltar el bocadillo de la cena,
algo dulce de postre, y unos frutos secos para aguantar con energía toda la
velada.
El precio de las bebidas, nada popular, hace como siempre
que los más avispados busquen la manera de colar algo de líquido. Las petacas
son un gran aliado en estos momentos.
Y entre concierto y concierto, para combatir las bajas
temperaturas, el café con leche jugó un papel importante, a pesar de su
desorbitado precio, teniendo en cuenta que estamos en época de vacas
esqueléticas (3,50 euros).
En resumen, buena música, mucha gente, pero menos colas
que otros años en barras y baños, que parecen haberse triplicado. Creo que la organización ha sido mucho mejor que en años
anteriores. Felicidades a los señores de Heineken.
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