Hace una semana que me he reincorporado al trabajo y no lo llevo mal, bueno, dentro de lo que cabe dada la situación en la que me encuentro.
No me importa levantarme una hora antes de lo habitual para arreglarme, dar de comer al peque, cambiarle, vestirle...
No me importa tener que bajar cada mañana el cochecito, la bolsa del carro, la bolsa de la guarde, mi bolso y a Jordi, como si fuera una mula de carga, de un ático sin ascensor.
Lo único que llevo mal es vestirme. ¡Sí, vestirme! Parece una tontería, pero pensar en el trapo que ponerme teniendo en cuenta todas los factores que influyen en como he de vestirme se ha convertido en mi pesadilla esta última semana.
He de tener en cuenta que voy a trabajar, así que he de ir mínimamente apañadita.
También he de tener presente que durante mi trayecto de ida y de vuelta, que duran aproximadamente hora y media cada uno, es posible que tenga que sacar la teta en algún momento, sin montar un espectáculo. Así que los vestidos quedan totalmente prohibidos, a no ser que lleve doble capa, con lo que me aso de calor, o tenga un escote tan prominente que la pueda sacar por arriba, con lo cual he de pensar en poner otra capa tipo camiseta para tapar y vuelta a pasar calor.
A todo esto sumamos que está haciendo un calor 'horrorososísimo', que yo el calor lo tolero bastante poco, que en el tren y metro ponen el aire muy alto, pero cuando llego al trabajo está más alto todavía, tanto que se me erizan hasta los pelos de los brazos.
Así que no se que COÑO, con perdón, ponerme cada mañana, que tengo ganas de pillar las vacaciones solo para no tener que pensar en que ponerme, e ir en bolas por casa todo el día, como mucho calzarme un playero y las chanclas.
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