Las 10 am, un poco tarde para ir al mercado, pero si me doy prisa aún llego a tiempo. A las 10.30 ya estoy en las puertas del paraíso.
Primero me adentro en el maravilloso mundo de los vegetales: esos pimientos rojos junto a las berenjenas, que brillan con luz propia; y que decir de esos calabacines, tiesos como palos; pero lo mejor, esos ajos tiernos, que en la nevera huelen a rayos si no los tapas, pero cuando los comes son un bocado fantástico. Unos tomates y algo de fruta y listo.
Sigo mi búsqueda de inspiración gastronómica en la pescadería mientras Víctor se va a comprar el pollo. Oh! esa merluza me mira desafinate...me la llevo, con la cabeza y la espina haré un caldito. Los calamares de playa están por las nubes pero no me puedo resistir, y esos lenguados frescos que están pidiendo a gritos que me los lleve a casa. Remato la compra con unas doraditas y nos vamos al siguiente puesto.
La última parada, en las Cumbres Mayores: solomillo ibérico, perfecto para la plancha o para acompañar con unos ceps pochados con cebolleta; lomo, que probablemente cocinaré a la sal; y una presa ibérica que acompañaré con escalibada o calabacines a la plancha.
Próxima parada, casa. A guardarlo todo debidamente en el congelador.
Mañana os prepararé una receta que os va a gustar: revuelto de morcilla, con huevo duro y tomate.
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