Hay lugares que me enamoran y a los que me gusta volver una y otra vez, como la zona del Ripollés en Girona.
Después de un largo mes de trabajo sin un solo día festivo, lo único que me apetecía esta Semana Santa era descansar, pasear por la montaña y mirar al fuego de una chimenea.
El lugar ideal para estos menesteres ha sido la Gallina del alojamiento rural de Can Camps, en Ogassa. Una casa perfectamente equipada y muy acogedora. Desde la cama tenía vistas a la montaña. ¡Espectacular!
La primera mañana nos levantamos a una hora decente para desayunar como campeones antes de empezar la ruta.
Una vez activados iniciamos la Ruta del Ferro sobre ruedas. Una antigua vía de ferrocarril que ha sido asfaltada y por la que puedes disfrutar del paisaje mientras paseas tranquilamente.
Por la noche, preparamos unos pimientos del piquillo rellenos de brandada de bacalao con salsa de piquillo riquísimos. Está feo que yo lo diga, pero la brandada me quedó de lujo.
El sábado amaneció bueno, pero se fue torciendo el tiempo poco a poco. Iniciamos una ruta circular (a la inversa) para visitar el Taga (2034m), pero cuando llegamos a la base la niebla era tan espesa que abortamos la misión (por suerte para mí que iba ahogada).
Empezamos el descenso, sin seguir el camino (algo que no se debe hacer nunca) y por una pendiente muy pronunciada.
A mitad de bajada, decidimos parar a reponer fuerzas, ya se sabe que con el estómago lleno se ve todo más claro.
La recompensa a tan dura jornada fue una cena con fundamento que preparamos en la chimenea: verduritas a la brasa y un chuletón de 400 gr. que compramos en la carnicería del pueblo. ¡Impresionante!
Con el cuerpo cansado de tanto tute de los dos día anteriores y con una lluvia mojabobos que no paró ni un segundo, el domingo transcurrió tranquilo callejeando por Camprodón. Para rematar el paseo, fuimos antes de volver a casa a resguardarnos de la lluvia y calentarnos con la chimenea.
Comimos en Can Jan, un acogedor restaurante ubicado en el centro urbano de Camprodón, con vistas al puente, cuya oferta culinaria aúna cocina tradicional con toques de autor.
Aunque optamos por su variado menú diario, posee una amplia carta que vale la pena probar (Carta: 25 € - Menú: 13,50 €).
El lunes de Pascua se levantó algo cerrado, pero no lo suficiente para darnos por vencidos. Tras abandonar el alojamiento (con todo el dolor de mi alma), nos dirigimos a Ripoll a tomar un café en La Taverneta.
Luego a dar un paseo, durante el cual encontré una bonita tienda de venta de productos a granel: 1/2 lliura. Hace un par de meses que han abierto y de buen seguro les irá bien, porque lo tienen todo monísmimo y tienen mucha variedad de productos (legumbres, harinas, frutos secos, arroces...).
Ribes de Fresser, con la intención de dar un paseo junto al río antes de ir a comer a un restaurante que dejé pendiente en mi anterior viaje: Els Caçadors (recomendación de la Mari Àngels y el Joan de El Molí de Can Coll).
He de decir que los platos, además de ricos, son muy generosos.
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