Siempre escaldo y pelo los tomates para preparar salsas, pero el otro día la mamá de Víctor los echó tal cual cortados a trozos grandes a la cazuela y me dijo: "Ves, yo los pongo así y cuando llevan un rato les saco la piel fácilmente. Es que yo soy muy rústica".
Ese comentario me hizo mucha gracia y la técnica me pareció genial para ponerla en práctica en los preparativos de una lasaña que me quedó riquísima.
Ahora que estoy de obras y no cuento con todos mis cachibaches de cocina, será cuestión de volverme un poco más rústica.
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